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¿Qué tan intoxicado estás?

La guerra silenciosa que se libra dentro de ti


Sé que para muchos es sobre cogedor pensar en todo lo que está mal el día de hoy y cómo esto ha afectado la salud. Como lo mencioné antes, es más cómodo hacernos de la vista gorda, mirar hacia otro lado y seguir con nuestra vida como si nada de esto nos afectara. No es hasta que empiezas a tener desequilibrios fuertes en tu cuerpo que decides tomar acción… Y a veces ni así somos capaces de recuperar nuestra soberanía, y terminamos cayendo en la misma trampa de buscar ayuda – salvación en algo fuera de nosotros; confiando en el sistema médico que no da soluciones reales; y que sólo trata síntomas sin llegar a la raíz del problema.


Al final, cada uno es responsable de su vida y las elecciones que toma. Pero es mejor tomar decisiones informadas, que desde la ignorancia. Por eso, antes de escribir sobre cómo desintoxicar el cuerpo, creo importante hacerles saber ¿Qué es lo que nos está intoxicando?


No me tienes que creer a mí. Pero lo que antes se consideraban teorías de conspiración, hoy ya son hechos. La información está ahí, al alcance de quien quiere ver. No es un secreto… sólo ha sido normalizado.


El agua que tomas


Incluso el agua “potable” está tratada con cloro y flúor, que alteran la microbiota intestinal, la tiroides y el sistema nervioso. Muchas aguas embotelladas contienen microplásticos. Y si vives en una ciudad, las tuberías pueden filtrar metales pesados como plomo.


Además, esa agua está desmineralizada: no contiene los minerales esenciales que el cuerpo necesita para mantener la salud eléctrica y celular. ¿Recuerdas cuando nos dijeron que la sal era mala? La verdad es que todo el líquido en nuestro cuerpo es salado por diseño. Necesitamos esos minerales (como magnesio, potasio, sodio en forma adecuada) para un estado óptimo de salud. Sin ellos, no hay transmisión eléctrica, no hay coherencia.


Lo que comes… aunque creas que es saludable


Los pesticidas como el glifosato (presente en la mayoría de alimentos procesados y no orgánicos) han sido clasificados como probables cancerígenos. Pero no es el único: encontramos aspartame, BHA/BHT, nitritos, colorantes como el amarillo #5, conservadores como el benzoato de sodio, emulsificantes artificiales y muchísimos más.


Estos compuestos han sido relacionados con trastornos como TDA, hiperactividad, infertilidad, problemas de tiroides, diabetes tipo 2, enfermedades autoinmunes y distintos tipos de cáncer.El trigo, el maíz, la soya y muchos vegetales están modificados genéticamente o contaminados con agroquímicos. Incluso frutas “frescas” pueden estar llenas de ceras y conservadores invisibles.


Pero, ¿y si como orgánico? Lamentablemente la tierra también ha sido contaminada. Si el aire que respiramos contiene metales pesados, y el agua está llena de químicos, sería ingenuo pensar que el suelo del que provienen nuestros alimentos está completamente intacto.


Entonces llega la pregunta inevitable: ¿Entonces qué puedo comer? La intención no es generar miedo ni caer en extremos. Tampoco se trata de satanizar nada. Se trata de despertar la conciencia y de entender el contexto en el que vivimos. Y desde ahí, elegir mejor. Elegir con presencia, con criterio. Y especialmente, con amor al cuerpo que habitamos.


Lo que respiras


Además de la contaminación urbana, existe una práctica llamada cloud seeding (siembra de nubes) y otras formas de intervención climática —incluyendo los conocidos chemtrails— que dispersan metales en el aire, como bario y aluminio, con el pretexto de “modificar el clima”.


Investigaciones independientes, como las realizadas por la Dra. Ana Maria Mihalcea y la Dra. Maria Crisler con microscopía electrónica, han revelado la presencia de nanopartículas auto-ensamblables en muestras de lluvia, nieve e incluso neblina (como la registrada en Florida). Estas nanopartículas no solo ingresan por vías respiratorias, sino que también atraviesan la barrera hematoencefálica.


Lo más alarmante: responden a frecuencias específicas —como las emitidas por torres 5G y otras fuentes de radiación electromagnética— lo que abre la posibilidad de una interacción remota con el cuerpo humano a través de bioingeniería.

Estamos hablando de otro nivel de intervención, uno que convierte al cuerpo en un dispositivo receptivo sin que seamos conscientes de ello.


Lo que absorbe tu piel


Muchos productos de cuidado personal (aún los que dicen ser naturales) contienen fragancias sintéticas, disruptores hormonales y nanopartículas que atraviesan la piel.

Cremas, desodorantes, shampoos, bloqueadores… todos cuentan.


La piel también respira. Se nos enseñó que los bloqueadores solares son indispensables, pero muchos contienen ingredientes que bloquean la absorción de vitamina D y, peor aún, incluyen compuestos como oxibenzona, relacionados con alteraciones endocrinas y daños celulares. La exposición solar moderada es una fuente natural de salud, no un enemigo.


También es importante considerar los productos de limpieza del hogar: limpiadores multiusos, desinfectantes, aromatizantes y detergentes suelen contener formaldehído, ftalatos, amoníaco y cloro —sustancias vinculadas a alergias, asma, disrupción hormonal y toxicidad hepática.


Incluso marcas de cosmética de alta gama como Dior, MAC o Estée Lauder han sido señaladas por contener trazas de metales pesados como plomo, cadmio y arsénico, así como parabenos y siliconas que interfieren con el sistema endocrino.


Los fármacos para ocultar síntomas


Desde las vacunas hasta medicamentos comunes, se han detectado excipientes, metales como aluminio, mercurio, y en algunos casos incluso óxidos de grafeno y nanopartículas.


Estos compuestos no se eliminan fácilmente y tienden a alojarse en tejidos grasos y el cerebro.


En este punto podríamos fácilmente escribir un libro entero… pero por ahora lo dejaremos para otro blog.


Lo que no ves, pero te atraviesa: frecuencias


Vivimos rodeados de radiación electromagnética. WiFi, celulares, torres 5G. Nuestro cuerpo también es eléctrico, y estas frecuencias pueden alterar su coherencia. Hay investigaciones que muestran cómo afectan la permeabilidad celular, el sueño, el ánimo y la concentración.


Entraremos en mayor detalle sobre cómo estas frecuencias están alterando nuestro sistema nervioso central y, por ende, todo nuestro cuerpo.


¿Y qué pasa cuando todo esto se combina?


Los metales pesados se acumulan en el cuerpo como antenas. Cuando se combinan con nanotecnología (presente en algunos medicamentos, cosméticos y vacunas), pueden responder a frecuencias externas emitidas por torres o dispositivos, modificando procesos internos como la regulación nerviosa, emocional o inmune.


No lo digo yo. Está documentado por médicos, investigadores y científicos que no forman parte del sistema oficial.


Pero si esto es nuevo para ti, no te preocupes. Lo importante es empezar a cuestionar.


¿Por qué no lo sentimos con claridad?


Porque nos hemos acostumbrado al malestar.Nos dijeron que es normal estar cansado, tener ansiedad, dormir mal, tener problemas digestivos, piel reactiva, niebla mental o cambios de ánimo constantes.Pero no es normal. Es la consecuencia de un cuerpo saturado que ya no puede autorregularse.


Y mientras tanto, las enfermedades aumentan de forma alarmante: mujeres jóvenes con infertilidad inexplicable, adolescentes con problemas cardíacos, diagnósticos de “turbo-cáncer”, fallas en el sistema endocrino, autismo en aumento, trastornos autoinmunes desde la infancia… y aún así, seguimos sin cuestionarnos: ¿por qué?

No, no es normal.


¿Qué sigue?


No se trata de miedo. Se trata de recuperar soberanía.El siguiente paso es limpiar. Restaurar. Recordar.


En la próxima entrada te compartiré:

  • Cómo desintoxicar cada sistema del cuerpo

  • Qué tecnologías, alimentos y prácticas pueden ayudarte

  • Por qué la electricidad es parte esencial de tu salud

  • Los 4 pilares del bienestar según el Dr. Konstantin Korotkov


El cuerpo no se intoxica solo. Hay una agenda detrás. Pero tú puedes salir de ella.

Volver a tu origen no es un lujo. Es tu derecho.

 

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