Antes de hablarte del mundo, quiero hablarte desde dónde lo observo

Yo no crecí creyendo todo lo que me dijeron. Desde pequeña algo en mí sabía que esta “realidad” no era lo que parecía.

Nunca fui buena para obedecer.

Fui buena para cuestionar.

No porque quisiera tener la razón, sino porque sentía que algo no encajaba.

Las reglas.

Las instituciones.

Los discursos.

La forma en que nos enseñaron a vivir, a obedecer, a desconectarnos del cuerpo, de la Tierra, del alma.

Pasé por muchos procesos.

Caí en muchas trampas.

Me perdí en mil identidades.

Pero en el fondo, algo nunca se apagó: esa certeza silenciosa de que la verdad no se aprende… se recuerda.

No soy experta. Soy testigo.

No llegué aquí por títulos. Llegué porque rompí con todo lo que me dijeron que debía ser. Deshice creencias, estilos de vida, etiquetas…Y en ese vacío, lo que quedó fue presencia.

Hoy miro el mundo y no me trago los cuentos.

No le creo al sistema, ni al marketing, ni a los discursos que anestesian.

Pero tampoco me volví cínica.

Me volví consciente.

Y desde esa conciencia es que hablo.

No para convencerte.

Sino para decirte: hay otra forma.

Una forma que empieza cuando sueltas lo que te dijeron que era verdad y te atreves a escuchar lo que ya sabías antes de que te enseñaran a dudar.

¿Por qué estoy aquí?

Porque sé que hay muchos como yo. Almas sensibles, intensas, incómodas con el mundo, que saben que esto no es todo. Y que buscan algo más real, más profundo, más coherente.

Estoy aquí para compartir lo que voy recordando. Para abrir espacios donde la frecuencia se siente, no se explica. Para acompañar el proceso de desintoxicación, no solo del cuerpo, sino de la ilusión.

No tengo todas las respuestas. Pero si tengo la voluntad de seguir cuestionando. De seguir recordando. Y de sostener un espacio donde tú también puedas hacerlo.